La equidad está en el centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y se explicita en la meta 4.5 específicamente dirigida a “eliminar las disparidades de género y garantizar la igualdad de acceso a todos los niveles de la educación y la formación profesional para las personas vulnerables, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los niños en situaciones vulnerables.”
No todas las mujeres y niñas tienen, en el mundo, la oportunidad de hacer realidad sus aspiraciones: menos del 30% de quienes investigan en ciencia son mujeres.
En 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una Resolución que declaraba el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia para lograr el acceso y la participación plena e igualitaria de las mujeres y las niñas en este campo.
Las razones son muchas y complejas, pero todas parten de un razonamiento base: en tiempos de una marcada escasez de talento, las organizaciones que prosperan son aquellas capaces de buscarlo y retenerlo sin importar sexo, raza, credo u orientación sexual. El problema reside en crear las condiciones para combatir la discriminación y cultivar las capacidades. En los países en desarrollo esto implica combatir bagajes culturales resistentes al cambio.
Debemos profundizar nuestro compromiso con la inclusión y la igualdad como motores del progreso, innovación y crecimiento e incentivar a las investigadoras para inspirar a las próximas generaciones a seguir sus pasos.