En diciembre de 2008 la Asamblea General declaró el 19 de agosto como Día Mundial de la Asistencia Humanitaria en memoria del brutal atentado terrorista, del 19 de agosto de 2003, contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad (Iraq) que se cobró la vida de 22 personas, entre ellas el enviado de la ONU, Sergio Vieira de Mello.
Su conmemoración rinde tributo al personal trabajador humanitario asesinado o herido en desempeño de su labor y a profesionales de la salud que continúan, a pesar de las dificultades, prestando asistencia y protección a millones de personas.
Uno de los propósitos fundamentales de las Naciones Unidas, como se afirma en su Carta, es “realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario”. La primera vez que la ONU participó en una reconstrucción tras un conflicto fue en Europa tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial.
Actualmente existen distintos factores en el mundo que agravan y limitan la asistencia humanitaria, y por ende su desempeño incesante en condiciones, muchas veces, de calamidad. Durante estos últimos años, la pandemia del COVID-19, los enfrentamientos armados en África, los desplazamientos de poblaciones por la guerra en Europa, los desplazamientos de migrantes y refugiados en Oriente Medio y Centro América, entre otros acontecimientos, han acrecentado los pedidos desesperados de asistencia humanitaria. Si a esto se le suma la grave crisis alimentaria que afecta al planeta y los cataclismos ambientales producidos por el cambio climático, resulta ineludible afirmar que se necesita un incremento sustancial a nivel global de asistencia humanitaria. Aun así, según Naciones Unidas, el personal trabajador humanitario está superando obstáculos de acceso sin precedentes para ayudar a las personas en crisis en más de 60 países y lo hacen con responsabilidad, compromiso, con profesionalismo y dedicación, arriesgando sus vidas.
Es por esta razón que cada 19 de agosto se pretende levantar en alto el trabajo silencioso y valioso de cada persona que brinda su ayuda y asistencia humanitaria. Ellos y ellas son los verdaderos héroes y las verdaderas heroínas de nuestro mundo real y tienen una capacidad extraordinaria de perseverar a pesar de los obstáculos.