Todas las personas del mundo tenemos los mismos derechos, pero el acceso y los mecanismos aplicativos de acción varía según las legislaciones propias de cada nación. Resulta importante destacar que muchos de esos derechos no son contemplados de forma igualitaria, es más, es una realidad que no son garantizados con plenitud en muchos de los países alrededor del mundo.
La ideología racial de supremacía blanca por siglos contribuyó de forma negativa a establecer diferencias de razas que provocaron resultados negativos para toda la humanidad. La humillación, la condena social, la trata de personas de color y la esclavitud que desposeía de todo derecho, fueron algunos de esos resultados.
Los afrodescendientes representan el legado de un pasado que tienen su historia sustentada en el esfuerzo individual y colectivo, la resiliencia y la perseverancia inclaudicablicable, la superación frente a las desigualdades, la fuerza y el coraje por cambiar esas realidades y deconstruir voluntades y pensamientos marginales, retrógrados y discriminatorios.
En la actualidad existen en todas las américas más de 200 millones de personas que se identifican a sí mismos como descendientes de africanos. Muchos millones más viven en otras partes del mundo, fuera del continente africano. Su legado, cultura, costumbres y tradiciones hoy forman partes sustanciales de las identidades nacionales de muchos países.
En 2015, Naciones Unidas (ONU) anunció la incorporación a sus propuestas por la igualdad y la no discriminación del Decenio Internacional para los Afrodescendientes 2015 – 2024 (Resolución 68/237), cuyo lema distintivo es “Afrodescendientes: reconocimiento, justicia y desarrollo”. Este decenio surge de la necesidad de fortalecer la cooperación nacional, regional e internacional en relación con el pleno disfrute de los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de las personas de ascendencia africana, y su plena e igualitaria participación en todos los aspectos de la sociedad.
Los objetivos principales de este decenio consisten en: Promover el respeto, la protección y la realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes, como se reconoce en la Declaración Universal de Derechos Humanos Universal; Promover un mayor conocimiento y respeto de la diversidad de la herencia y la cultura de los afrodescendientes y de su contribución al desarrollo de las sociedades; Aprobar y fortalecer marcos jurídicos nacionales, regionales e internacionales de conformidad con la Declaración y el Programa de Acción de Durban y la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, y asegurar su aplicación plena y efectiva.
Durante estos 9 años las comunidades de afrodescendientes han podido resurgir con vigor en torno a la legitima e indiscutida adquisición de derechos y se pudo poner en la agenda internacional el tema de la dignidad, la igualdad y la seguridad de que cada Estado garantice, respete y amplíe las demandas que por años no eran tomadas en serio. Pero aún queda mucho por hacer y desde los organismos de derechos humanos se insta a que este decenio sea ampliado.
El compromiso de los Estados a nivel nacional, corresponde a que se concreten medidas y normas que sean respaldadas por una regulación judicial y que se promueva, mediante programas y políticas públicas, la lucha contra la xenofobia y la discriminación racial.
En ámbitos regionales y de alcance internacional, los organismos deben ponerse firmes en condenar todo acto xenófobo de cualquier índole y no mostrar imparcialidad frente a las violaciones de los derechos de todas las personas afrodescendientes. Así mismo, globalizar estas problemáticas y difundir todas las acciones para eliminar toda forma de discriminación racial.
En todos los ámbitos la educación, la salud, el desarrollo individual y colectivo, la libertad de expresar sus costumbres y cultura, la vivienda digna y el trabajo en igualdad de condiciones, deben ser garantizados como para cualquier otra persona. Crear conciencia y cambiar posturas que se traen desde el pasado en la construcción social y que afectan a las personas afrodescendientes, es una responsabilidad de todos.
Otro punto a tener en cuenta para garantizar los derechos de los afrodescendientes es poder erradicar de una vez y para siempre la segregación interna que existe dentro de las propias comunidades. Muchas veces según la tez de la piel (más oscura o más clara) se realizan diferenciaciones de pertenencia dentro de la propia comunidad afro. Esto también afecta la vida de las personas.
Los derechos humanos fundamentales pertenecen a todas las personas, sin importar aspectos físicos, culturales o religiosos. En nuestro tiempo debemos ser conscientes de que “establecer diferencias” hace que la humanidad retroceda, se estanque y no avance. La voluntad universal debe ser la de exigir igualdad, respeto y compromiso. Este es el único camino para disolver brechas y para garantizar que todas las personas afrodescendientes y no afrodescendientes puedan gozar de todos sus derechos.
Juan Pablo Urcola
Lic. en Comunicación Social (UNQ)
Diplomado en Ciencias Sociales (UNQ)