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con graves violaciones a los derechos humanos

2146 Piedras – Monumento contra el racismo

Patrimonio artístico
Patrimonio artístico
Tema: Genocidio y/o crímenes masivos

Dirección

Schlossplatz 1-15

País

Alemania

Ciudad

Saarbrücken

Continente

Europa

Tema: Genocidio y/o crímenes masivos

Objeto de memoria

Conmemorar a las víctimas de la Shoáh en Alemania a través de la simbolización de los 2146 cementerios judíos existentes en el país antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial.


Nombre conocido

El monumento invisible

Acceso al público

Libre


Descripción del lugar

La obra consiste de 2146 adoquines seleccionados entre los que integran la superficie de la plaza que lleva al Palacio Saarbrücken. Cada uno de ellos fue removidos para que se le grabara el nombre de uno de los 2146 cementerios judíos existentes a la llegada del nazismo al poder en Alemania, y luego volvieron a ser colocados en su lugar con la cara grabada mirando hacia abajo: de esta forma, el monumento es “invisible” en el espacio. El único indicio del mismo es una placa que renombra el sitio (anteriormente conocido como Plaza del Castillo) como “Lugar del memorial invisible”.

El mencionado palacio fue durante el régimen nacionalsocialista el centro de control regional de la Gestapo (la policía secreta del Estado) y es actualmente la sede del Parlamento Provincial y de las oficinas administrativas del Distrito homónimo.

Entre los años 1933 y 1945, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) conducido por Adolf Hitler estuvieron en el poder en Alemania e instauraron un sistema totalitario. Desde 1933 se implantó una política dirigida a la anulación de la igualdad jurídica y civil de la población judía, su desposesión económica y aislamiento social. El nazismo seguía ideas de antisemitismo racial y proclamaba la superioridad de la “raza germana” que denominó como “raza aria”. Durante los primeros meses de gobierno se aprobaron cientos de leyes contrarias a la población judía de Alemania. Entre ellas, las leyes de Nuremberg, promulgadas en 1935, la privaron de sus derechos políticos.

Creada en 1933, la Gestapo (abreviación de Geheime Staatspolizei, o Policía Secreta del Estado) fue una organización criminal que tuvo un rol clave en la persecución y exterminio de opositores del régimen. Sus tareas principales fueron la intimidación, espionaje, desaparición, tortura y asesinato de personas con el objetivo de reforzar la doctrina nazi, incluida la población judía. Entre los años 1935 y 1938, la situación de esta comunidad empeoraba, mientras que a través de la propaganda se intensificaba la imagen abyectadel pueblo judío. En enero de 1942 las políticas nazis decretaron “la solución final”, eufemismo que se utilizó para nombrar la aniquilación indiscriminada y sistemática de millones de judíos y judías. A partir de ese año se establecieron seis campos de exterminio para asesinar de forma sistemática en cámaras de gas. Se calcula que durante el conflicto fueron asesinadas aproximadamente 6.000.000 de personas judías.

En el contexto particular del nazismo, el Territorio de la Cuenca del Saar, que luego de la Primera Guerra mundial y hasta entonces era administrado por la Liga de las Naciones, sostuvo en enero de 1935 un referéndum sobre su estatus territorial en el que más de 90% de los votantes optaron por la reunificación con Alemania. Con el objetivo de controlar las importantes minas de carbón en el área, el resultado estuvo fuertemente influenciado por engaños y presión de parte del nazismo, en oposición a fuerzas políticas comunistas y socialistas que impulsaban la unificación una vez que los nazis abandonaran el poder. Consumada la reunificación en marzo de 1935, bajo el mando de Josef Bürckel primero como Reichskommissar y luego como Gauleiter (las máximas autoridades administrativas del régimen en la región), el palacio albergó además de las oficinas de gobierno a las de la Gestapo asignada a la región del Saar.

Comenzando en abril de 1990, el artista Jochen Gerz encaró con la ayuda de 61 comunidades judías en Alemania una investigación para localizar todos los cementerios judíos existentes en el país a la llegada de los nazis al poder. Con el resultado final de 2146, el siguiente paso fue llevado adelante por el autor junto a muchos de sus estudiantes de la Escuela de Bellas Artes estatal: la remoción de igual número de adoquines de los aproximadamente 8000 que componen la explanada de la Plaza del Castillo, para grabar en cada una el nombre de uno de los cementerios y volver a colocarla en su lugar. En principio, Gerz y sus estudiantes trabajaron en la obra de noche, sin que mediara ninguna comisión oficial o siquiera permiso por parte de la Municipalidad de Saarbrücken. A medida que personas y medios se hicieron eco de lo que ocurría en el lugar, el artista informó a las autoridades del gobierno regional, que en votación y por estrecha mayoría resolvieron que el trabajo fuera terminado, comisionándoselo retrospectivamente.

El “Monumento contra el racismo” es considerado una de las obras principales del anti-monumentalismo, tendencia del arte contemporáneo que desafía intencionadamente todos los aspectos (forma, tema, significado, etc.) de los monumentos públicos tradicionales. Este “anti-monumento” cuestiona el régimen de visibilidad y exhibición usualmente relacionadas a los procesos de memorialización: en éstos la inscripción del pasado traumático para una comunidad se inscribe y hace presente en el espacio a través del monumento. En esta obra artista y comunidad se enfrentan a la cuestión de cómo compensar conmemorativamente una forma del horror que se considera irrepresentable, así como otras que también se plantean en distintos memoriales acerca del Holocausto: la obligación moral de los artistas de representar y revelar crímenes atroces versus a la posibilidad de que el placer estético pueda emanar de la experiencia de la víctima, o la intención de darle una forma significativa al exterminio de un pueblo.

Al insertar un elemento conflictivo (la ausencia) para las narrativas institucionales establecidas, 2146 piedras interpela a la ciudadanía apelando a la experiencia subjetiva de recordar antes que a las políticas conmemorativas convencionales, que se imponen usualmente a través de la imagen. La invisibilidad puede ser la condición clave para crear este estado de contemplación, de rememoración del Holocausto, sin que lo interrumpa una entidad visual, ya sea figurativa o abstracta. Sin distracciones, objetos ni inscripciones sobre los que reflexionar y evadiendo en este caso la posibilidad de ser vandalizada, la obra propone el conocimiento de que se trata de un lugar de recuerdo. Ese conocimiento, con las referencias a los cementerios que lo acompañan, es suficiente para la contemplación personal, imaginativa y subjetiva.

El Monumento Invisible recuerda así la desaparición de la vida judía que existía en la Alemania anterior a 1933 en al menos 2146 comunidades a través del “vacío” con el que confronta al espectador. En palabras de Gerz: “La invisibilidad de nuestro monumento fue como una cura.  Para representar la ausencia, se debe crear ausencia. Esa misma ausencia también permite a cada persona convertirse en el autor de su propia obra conmemorativa”.