Mapa Interactivo Lugares de memoria relacionados
con graves violaciones a los derechos humanos

Memorial Aborigen

Patrimonio artístico
Patrimonio artístico
Tema: Genocidio y/o crímenes masivos

Dirección

Parkes Pl E, Parkes ACT 2600

País

Australia

Ciudad

Canberra

Continente

Oceanía

Tema: Genocidio y/o crímenes masivos

Objeto de memoria

Conmemorar los miles de aborígenes australianos fallecidos defendiendo su tierra durante el proceso colonialista de asentamiento europeo comenzado en 1788, para quienes no fue posible en su momento un ritual funerario apropiado de acuerdo a sus costumbres.


Acceso al público

Libre


Descripción del lugar

El Memorial Aborigen es una obra de arte contemporáneo indígena australiano compuesta de 200 ataúdes de tronco ahuecado, un tipo de ataúd utilizado por el pueblo Yolngu de Arnhem Land, Australia. Cada ataúd consiste de un tronco ahuecado por acción de las termitas y pintado por un miembro del clan al que pertenecía la persona fallecida, con sus huesos colocados dentro. Las decoraciones reflejan diseños tradicionales de cada clan e imágenes de sueños significativos por los que el artista recuerda a la persona fallecida. En distintos lenguajes de los pueblos originarios australianos también se conoce a estas piezas como dupun, lorrkkon, djalumbu, badurru, mudukundja, mululu, y larajeje.

La obra fue concebida por el artista, curador y crítico Djon (John) Mundine y confeccionada por 43 artistas de las comunidades originarias de Arnhem Land y otros distritos del Territorio del Norte australiano. Ninguno de los ataúdes en exposición contiene o contuvo en ningún momento restos funerarios: su función es simbólica.

En 1770, el capitán James Cook tomó posesión del territorio australiano en nombre del Reino de Gran Bretaña, utilizando el concepto jurídico de terra nullius (territorio sin dueño). En 1778, considerado como el año fundacional de la nación australiana, la población indígena se estimaba en más de medio millón de personas. En 1900, la misma había sido reducida a menos de 50.000 personas. Se estima que hasta el año 1928 se perpetraron alrededor de 304 masacres de aborígenes e isleños del estrecho de Torres en Australia.

Los actores involucrados en las masacres de frontera (como se conoce en Australia a las violaciones de derechos humanos de las poblaciones originarias en el proceso de asentamiento colonial) y otras incluyen a la Armada Británica, colonos europeos de diversos países, miembros de la Policía Montada de Nuevo Gales del Sur, la Policía Fronteriza, la Policía de Australia Occidental y la Policía del Territorio del Norte. La mayoría de estas masacres fueron sumarias, contra grupos indefensos y como castigo indiscriminado por el robo de propiedad y/o en competencia por la posesión de tierras y recursos entre colonos y pueblos originarios. En al menos nueve instancias se han documentado envenenamientos masivos de individuos pertenecientes a éstos últimos.

Además de las masacres, los desplazamientos, reasentamientos y las numerosas enfermedades infecciosas introducidas por los colonizadores, diversos sistemas de explotación y trabajo esclavo se encuentran documentados. Aun entrado el siglo XX, acontecimientos como la separación forzosa de niños y sus familias por parte de agencias gubernamentales y misiones eclesiásticas en nombre de asimilación racial (las así llamadas “generaciones perdidas”) continuaron ocurriendo con estas poblaciones como víctimas. Reportes oficiales del gobierno australiano estiman que, en algunas regiones, entre 1 de cada 10 y 1 de cada 3 niños de poblaciones originarias fueron separados por la fuerza de sus familias y comunidades entre 1910 y 1970.

Otros ejemplos significativos de graves violaciones a los derechos humanos de las poblaciones originarias australianas son también el traslado forzoso de pobladores de las Islas del Mar del Sur para ser utilizados como trabajo esclavo en las plantaciones de algodón y azúcar, y la extinción de los indígenas de Tasmania. En el primer caso, entre 55.000 y 62.500 “Kanakas” (palabra hawaiana que significa “hombre”) fueron secuestrados para trabajar en campos en Queensland y Nuevo Gales del Sur entre 1863 y 1904. En los cuatro años siguientes, la mayoría de estos trabajadores fueron deportados para “purificar racialmente” la nación australiana y proteger a los trabajadores blancos del abaratamiento del costo laboral. En el segundo caso, entre 1824 y 1908 los colonos blancos y la Policía Montada Nativa de Queensland asesinaron a más de 10.000 habitantes originarios, a quienes se consideraba una plaga y eran perseguidos y cazados por diversión.

Las consecuencias segregativas del sistema colonial se extienden al presente: las poblaciones originarias australianas totalizan el 3% de la población total pero el 27% de la carcelaria, su expectativa de vida es ocho años menor al promedio nacional y sus promedios de resultados escolares son consistentemente muy bajos, así como su acceso a prestaciones de salud y asistencia estatal.

El Memorial Aborigen fue concebido en 1987 por Djon Mundine para que estuviera listo el año siguiente, cuando Australia celebraría los doscientos años de su fundación, dos siglos después del arribo de la primera flota de convictos británicos capitaneada por Arthur Phillips al puerto de Sídney. De esta forma, cada uno de los ataúdes que componen la obra representa un año desde aquel evento.

Mientras que el bicentenario australiano fue promovido por las instituciones oficiales del país como una ocasión celebratoria de su historia y pasado, varios sectores de la sociedad civil organizaron diversas protestas y boicots. Las comunidades originarias del Territorio del Norte aprovecharon este contexto político para organizar sus propias respuestas que demostraran la resiliencia y vitalidad de su cultura y celebrar su perdurabilidad. La idea original del proyecto fue inspirada por el documental “El país secreto” de John Pilger, que Mundine vio en 1987. En el mismo, el autor describe la masacre de un grupo ocurrida cuando defendían su tierra cerca del río Hawkesbury, incluidos mujeres y niños, y afirma que mientras que en toda la zona hay múltiples cenotafios honrando la memoria de los miembros de las fuerzas australianas, no había “ninguno para aquellos (pueblos originarios) que pelearon y cayeron en defensa de su tierra”.

En la justificación conceptual de la obra, la tierra, su defensa y su pertenencia a los pueblos originarios juega un papel central. Por ello, el camino a través del cual se recorre el memorial desde el interior imita el curso del estuario del río Glyde, que fluye desde el pantano Arafura hasta su desembocadura en el mar. Los féretros están colocados aproximadamente de acuerdo a la localización del clan de cada artista en la zona geográfica que la obra reconstruye, alrededor del río y sus afluentes: de esta forma, en su recorrido, el imaginario de los distintos entornos naturales es escenificado. Cada uno de ellos y sus fenómenos son vitales para la identidad de cada clan.

De acuerdo a la Galería Nacional de Australia, donde el memorial se encuentra permanentemente alojado y en exposición, el trabajo celebra la vida, el respeto por los caídos y las tradiciones funerarias ancestrales. Los temas de transición y regeneración de las culturas aborígenes australianas permean a la obra, y si bien la misma fue concebida como un memorial de guerra, es un testimonio de la resiliencia de los pueblos originarios y su cultura frente a grandes desafíos y un legado para las generaciones futuras. Los clanes y grupos representados por los distintos artistas que participaron de la obra son los Gupapuynga, Malarra, Wolkpuy-Murrungun, Galpu/Liyagalawumirr/ Wagilag/Wudumin, Ganalbingu, Liyagawumirr, Manyarrngu, Balmbi, Kuninjku, Wulaki, Marrangu-Wurrkiganydjarr y Rembarrnga.

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